viernes, 31 de julio de 2015

( Episodio 17 ) Muertos de novela.




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Mister Thomas Altrincham era un caso patológico de metepatas crónico. Durante toda su vida había sido el típico gracioso que se deja llevar por "impulsos humorísticos", mayormente zafiedades, sin reparar en que no todas personas aceptan o saben encajar bien las bromas, y mucho menos las bromas cutres, y no digamos nada las bromas pesadas. Su esposa Kate consiguió que se corrigiese tras un par de broncas en casa y una en plena calle porque le hizo llorar a una niña pequeña diciéndole que le iba a pinchar el balloon, el globo. Pero volvió a las andadas después de la muerte de Kate. La pobre murió a sus 40 años en un viaje que hizo a Manchester para visitar a un familiar enfermo. Fue atropellada por un camión de Albion Transports y tuvo ella la culpa porque se lanzó a cruzar la calzada sin cerciorarse de que venían vehículos. Mister Thomas y David Andrés jamás sabrían que tenían algo en común en sus vidas: Albion Transports, porque el destino les iba a separar enseguida.
Al rebasar la frontera de los 70 se volvió más tonto y metepatas, algo así como el consorte Felipe de Edimburgo, pero sin que se escribiesen libros sobre él, como es el caso del marido de Queen Elizabeth The Second. El robo de un ejemplar de la novela "18 asesinatos en el tren de Mataró" fue una gran metedura de pata, y la "bromilla" que pensaba gastarle ahora a un extraño, porque para él era una bromilla, iba a tener consecuencias funestas.
Mister Thomas Altrincham aguardaba a David Andrés Ascaso Durruti sentado ante una mesa de la terraza del pub "The Yellow Submarine", muy cerca de "The Cavern", la legendaria caverna en donde nacieron The Beatles. Junto a sus pies, envuelto en una bolsa de plástico de Tesco, estaba el libro de la discordia.
Y ajeno estaba David Andrés, cuando se dirigía al lugar de la cita con el viejo, de que todas las radios y televisiones, además de la prensa digital y las redes sociales, estaban pregonando la noticia de que el atentado pensaban cometerlo en Manchester. Varios testigos afirmaban haber visto a uno de los terroristas aparecidos en las fotos de Metro y de Manchester Evening News, ambos periódicos gratuitos. Un hombre mayor denunció a la policía que uno de los terroristas trabajaba en su empresa de mudanzas, "pero hoy no se le ha visto el pelo por aquí" Una dependienta de una gift shop, tienda de regalos, dijo haberle atendido, pero no recordaba si le había comprado una gorra del United y unas sunglasses o más bien tres postales de Manchester y un llavero de I Love Manchester, porque en muy poco tiempo había atendido a seis o siete turistas. ( Manchester es la tercera ciudad de Inglaterra más visitada por turistas extranjeros )
"A lo mejor el de la gorra y las gafas era el francés gordito", divagó la shop assistant. Dos señoras afirmaron con total seguridad haberle visto subir al autobús en el que ellas iban en Levenshulme, carretera de Stockport, en la parada que hay junto a la tienda de Iceland. La señora más "afectada" dijo que le daba miedo su mirada de asesino y que estuvo tentada de bajarse tres paradas antes de llegar a la suya "por si la emprendía a tiros con los viajeros"



Desiderio - España

Desiderio ya iba por la quinta cervezota con fanta de limón, apoyado en la barra del bar "Y a los toros de Carabanchel", del que era dueño su amigo Matías Coscojuela, "El Niño de Carabanchel Bajo", novillero en otros tiempos, pero al que no le unía ningún parentesco con el famoso novelista Camilo Coscojuela ni con la gran creativa de comics Teresa Coscojuela, autora de "Las Aventuras de la Capitana Indestructible". Matías Coscojuela era nieto del legendario torero murciano Ildefonso De Dios Coscojuela "El Monstruo de Calabardina", nacido en Los Infiernos, Murcia, pero criado en Calabardina, también Murcia, y casado con la gran bailaora cartagenera Pascuala Montoya "La Gata Bimba", hermana a su vez de la cantaora Chiki Montoya "La Nutria".
A Desiderio se le pusieron los ojos como platos al ver en el avance de las noticias de Carabanchel Super TV las fotos de aquellos sanguinarios terroristas que planeaban atentar en Manchester. Le asombró sobre todo la imagen del hombre narizón que "yo conozco muy bien" Así se lo dijo a la jarra de cerveza. El asombroso parecido y los efectos etílicos le impidieron percatarse de que el tipo era más joven que David Andrés.
"Por eso se ha ido a Manchester el muy cabrón, ¡mira que bien!"
Toda la clientela escuchaba en silencio la noticia, mientras en el cuadro enorme que colgaba encima del televisor, les miraba sin dejar de bailar La Gata Bimba. Y de pronto se oyó una voz aguardentosa, pero cargada de ira:
"¡Que le sienten en la silla eléctrica!, ¡que lo descuarticen vivo!, ¡que lo echen a los cerdos o a los talibanes!... ¡Ese hijo de puta me ha robado 800 euros!"

( Este episodio está dedicado a mi amiga Teresa Coscojuela, una Coscojuela real entre tres de ficción )

jueves, 30 de julio de 2015

( Episodio 16 ) Muertos de novela.

 




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( Gorra del Manchester United e imagen de Lancaster )


Nada más llegar a Piccadilly buscó una tienda de regalos y compró unas gafas de sol y una gorra roja con el escudo del Manchester United, uno de los dos equipos de fútbol que se reparten la admiración de los aficionados futboleros manchesterianos y, por supuesto, de los inevitables hooligans. El otro es el Manchester City. En Manchester son muchísimos los niños y adultos que pasean por calle luciendo camisetas del United o del City, y un tercer grupo de forofos viste la del Barça.
No percibió en la shop assistant, dependienta de la tienda, ninguna mirada especial.
"Tengo suerte, esta no ha visto el periódico"
Salió de la tienda un poco más confiado, pero no relajado.
"¿Habra visto el periódico Claudio?; ¿Lo habrá visto el capullo de Roy y el resto de los currelas?; ¿En qué estarán pensando si lo han visto?
Desde luego, ironías de la vida, Claudio sería el único que no sospechase de él, al menos en cuanto a su condición de terrorista.
Lo que seguía dando el cantazo era su gran napia de "un hombre a una nariz pegado" Eso sí que no podía disimularlo, a no ser que se hiciese una cirugía plástica de urgencia. Y tampoco era cuestión de ir tapándose la cara con un periódico, entonces si que daría el super cantazo.
Entró en la estación en la que el flujo de viajeros era muy grande a pesar de la temprana hora. Nadie parecía fijarse en él.
"Hay muchos hombres con nariz larga"
Díjose autoinfundiéndose confianza, aunque no las tenía todas consigo. Lo que le reconfortaba era que las personas de la estación se comportaban como autómatas, nadie se fijaba en nadie. Hizo cola durante breves minutos ante las ventanillas de venta de tickets. Por un segundo pensó que era domingo e iba dar su habitual paseo por las calles de Liverpool y sus atractivos muelles. Compró un "return ticket", ida y vuelta, y encaminó su pasos hacia el platform 14, andén 14. Se detuvo un momento para comprar el Daily Star. Por solo 40 pens: tías tetudas en portada y páginas interiores. El tren no tardó en aparecer. Tampoco él tardó el localizar la toilet y acomodarse en el asiento más cercano a ella. Ya venía sintiendo ganas de orinar desde que se apeó del autobús.
"Pues bueno, un atentado terrorista más, contado que lo consigan. Esos hijos de puta no descansan, y los hijos de puta de ETA siguen custodiando sus zulos mientras los colegas salen elegidos alcaldes y concejales"
Como a todos los inmorales, a David Andrés solo le repugnaba la inmoralidad de los demás.
"Pero no tiene porque ser precisamente en Manchester, ¿o sí?, como no entiendo una mierda lo que pone en el periódico... Bueno, lo mejor es que no sea en ningún sitio. ¡Que lo paren, coño!"
Eso pensó mientras el tren abandonaba la estación de Piccadilly para atravesar primero las zonas periféricas de Manchester y luego la verdes praderas de Lancashire, en busca de los horizontes marinos de Liverpool.
( Lancashire se llamó antiguamente "Condado de Lancaster" Su capital es Lancaster y su ciudad más grande Preston. Limita con Cumbria, North Yorkshire, Gran Manchester y Merseyside )
Recordó la mezcla de miedo, odio, angustia e impotencia que sintió aquel día en el que esperaba en la estación de Atocha de Madrid a un amigo procedente de Alcalá de Henares que nunca llegó vivo, y no llegó vivo porque el tren estalló a pocos metros de donde él se encontraba. Sí, David Andrés era un inmoral que no dudaba en robar a sus amigos, pero jamás llegaría su inmoralidad al nivel de la de los asesinos sectarios que desprecian a toda la
humanidad.
El atentado iba a ser en Manchester, al menos eso pretendían los dos nuevos fanáticos del Islam que, en estos momentos, rezaban mirando a la Meca en un pequeño flat de Cheetham Hill. Y lo querían hacer en el aeropuerto.


( Continuará. ¡Están avisados! )

miércoles, 29 de julio de 2015

( Episodio 15 ) Muertos de novela.





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( Un aspecto de Levenshulme y otro de la estación ferroviaria de Piccadilly )


2.225 pounds, libras. Este era exactamente el contenido del "cofre del tesoro" El ladrón y moroso number one tuvo el "detalle" de dejarle a su "amigo" un pico de 125 libras y se abrió de naja con las 2.100 restantes. El resto del equipaje cabía en una pequeña mochila: calzoncillos, camisetas y poco más.
"Por lo menos esta noche no se queda sin cena ni tabaco, ja,ja,ja!"
Rió por dentro y por fuera. Su estado anímico oscilaba esa mañana entre la euforia y el miedo. Tenía miedo de que algo saliese mal. Pero ¿qué podía salir mal? Se reprochó ser tan cagueta.
"A la mierda con los pensamientos chungos, joder! Tengo la guita y el billete del avión. Claudio a lo mejor no se entera hasta dentro de varios días porque no ha habido ningún movimiento en el cofre desde que lo descubrí. O a lo mejor se da cuenta esta misma noche, pero cuando yo ya esté volando. No tengo problema para acceder al avión porque no tengo antecedentes. Nadie me busca. Y lo mejor de todo: hoy mismo continúo leyendo la novela de Coscojuela"
Y recordó un viejo dicho de cuando era joven:
"Eres joven, guapo y con dinero, ¿qué más quieres, Baldomero?, ja,ja,ja,ja!"
Pero su risa se le cortó al pensar que su juventud ya se había diluído en el tiempo. La puta próstata le traía a mal vivir.
Al salir de casa en Levenshulme, muy poco después de que lo hiciese Claudio, cogió un autobús de dos pisos de la empresa Stagecoach, Diligencia, que le dejaba cerca de la estación de trenes de Piccadilly. Como siempre, el autobús estaba lleno de ejemplares del gratuito Metro. La prensa inglesa la miraba por encima, nada de intentar una lectura, algo imposible para él. Se fijaba especialmente en las fotos de mujeres  muy destapadas. Cogió un ejemplar y subió al piso alto. Le encantaba viajar arriba, igual que a los niños. Se le tensaron los músculos del rostro y sintió que el corazón le palpitaba acelerado cuando observó la foto de uno de los dos terroristas correspondiente a la noticia de portada. Los ojos, la nariz picuda, las cejas oblicuas apuntando hacia el nacimiento de la nariz... No era él, por supuesto, pero podría pensarse que sí lo era. Le sobró tiempo para llegar a la conclusión de que este era el hombre que había visto Roy.
"¡Manda cojones, lo que me faltaba!"
Siguió mirando las fotos, alelado, pensando que eran muchísimas las personas que la estaban viendo en este momento en Manchester, ¡en el autobús!, ¡en el mismo autobús en el que viajaba en estos momentos!
Le pareció que aquel hombre era más joven, quizá unos diez años menos. Pero un policía no iba a reparar en aquel "insignificante detalle" Mientras se deshacía el entuerto pasaría unas cuantas horas en dependencias policiales, quizá las suficientes para que Claudio echase de menos su ausencia y le diese por mirar en el cofre.
"¡Joder, qué putada!"


( ¡ Mañana más ! )

martes, 28 de julio de 2015

Descubrimiento y castigo.




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Para el concurso de relatos veraniegos de El Periódico del Prat.

Aquel era su mundo, no conocían otra cosa. Cuatro generaciones atrás, la Diosa del Hogar les había regalado el fuego. La diosa llenó la mente de varios de ellos con ideas para conseguir el fuego, para dominarlo, para que se hiciesen dueños del fuego. ¡Dueños del fuego, casi nada!
Y, con el fuego en su poder, expulsaron a los osos de la gran cueva y se adueñaron de ella.
Ahora, este era su hogar, desde cuatro generaciones atrás. Su hogar. "Goar" decían ellos. Y a la diosa que les regaló el fuego la llamaron Diosa del Hogar, Dos Goar.
Y algunos sintieron deseos de reproducir en imágenes los ciervos, los mamuts y los tigres de dientes de sable con cazaban con gran esfuerzo y, a veces, a cambio de sus vidas. Y lo consiguieron extrayendo el jugo de algunas hierbas y untando tierras con agua, convirtiendo las mezclas en líquidos espesos y pegajosos de diferentes colores, que les sirvieron para el fin deseado.
Cazaban, pintaban y pescaban en el río.
Desde cuatro generaciones atrás habían progresado hasta extremos impensables. Les parecía imposible llegar más lejos. Cualquier idea de abandonar su zona, su bosque, su río, sus pinturas era rechazada al instante.
Este era su mundo, la zona de sus antepasados. Cambiar de estilo de vida o de zona significaba traicionar a sus muertos. Por eso no les sentó nada bien que el Gran Guía se empeñase en convencerles de que debían explorar más allá de las montañas de la tarde, por donde siempre desaparecía el Dios Fuego, Dos Foj, el Sol.
Algunos creyeron que el Gran Guía se había vuelto loco cuando les dijo que más allá de las montañas de la tarde encontrarían una gran extensión de agua tan grande como todos los ríos juntos, e incluso más, porque él lo había visto en sueños.
"¡Agá!, ¡Agá!, ¡Agá!", "¡Allí!, ¡Allí!, ¡Allí!", les decía señalando hacía el ocaso.
Por fin, siete de los más valerosos cazadores se ofrecieron a acompañarle en la búsqueda de la gran extensión de agua, pero no sin antes recordarle cual era su castigo en el caso de que pretendiese engañar al clan. Le atravesarían con todas sus lanzas y dejarían su cuerpo en la montaña para que se lo comiesen los grandes pájaros, y después nombrarían otro Gran Guía.
Tras cuatro largas jornadas subiendo y bajando montañas, rechazando los ataques de las fieras y de los mosquitos, que cuando aquello eran muy grandes, y soportando un calor espantoso, pues este era el verano más tórrido que sufrían en muchos años, los siete valerosos cazadores y el Gran Guía descubrieron algo que les dejó boquiabiertos. 
Al amanecer del quinto día llegaron a lo alto de una montaña pequeña, y al mirar hacia abajo descubrieron lo increíble, lo inexplicable para ellos. Al acabarse la tierra empezaba la gran extensión de agua, extensión que se extendía hasta tocarse con el cielo en la lejanía. El día soleado y la falta de viento les mostraba la bóveda azul celeste y la inmensa superficie marina como un todo, talmente una misma cosa, dos tonos de azul en un decorado inmenso. ¿Sería posible reproducir eso entre las demás pinturas de la cueva?... ¡Qué va, imposible!
Era agua, una inmensidad de agua, pero distinta a la de los ríos porque toda ella se veía azul.
"¡Ama!", gritó un cazador. Y todos respondieron con el mismo grito. "¡Ama!, ¡Ama!, ¡Ama!" Acababan de ponerle un nombre. Para ellos el mar era Ama, era el dios de las aguas, Dos Ama, su nuevo dios.
Una hora después, tras descender de la montaña, pisaron una playa de blanca y muy fina arena. Rieron y saltaron haciéndose los locos al sentir en la planta de sus pies la suavidad y el calorcillo de la arena
"¡Yapa!"
Y ese fue el nombre que le dieron a aquella zona de suelo caliente que comunicaba con el mar.
"¡Yapa!, ¡Yapa!, ¡Yapa!"
Gritaron alborozados. Y al llegar al agua, todos se agacharon para beber. Había pasado mucho tiempo desde que saciaron su sed en un manantial de la montaña, y ahora tenían nuevamente la garganta seca. Pero entonces ocurrió algo imposible, algo que jamás hubiesen pensado del agua.
"¡Puag!, ¡Aggg!, ¡Orrggg!
No podían creérselo. El agua siempre era buena, jamás era mala.
Cuando dejaron de escupir y de hacer aspavientos, miraron al Gran Guía como se mira a un enemigo. Le rodearon y le clavaron todas sus lanzas.
Era un justo castigo porque les había engañado, el castigo que le esperaba a cualquiera del clan que engañase a otro o a otros.
Y su cuerpo se lo comieron los grandes pájaros.



Treinta mil años después

La gente que hoy en día acude a esa misma playa, consume botellines de agua mineral, refrescos azucarados o light, cervezotas... Y es que, desde hace muchísimas generaciones, tantas que se pierden en la noche de los tiempos, los humanos saben que el agua del mar es salada, no bebestible. Pero, aun así les encanta la playa porque sirve para bañarse y hacer el gilipollas de muchísimas maneras. Lo llaman ocio.

lunes, 27 de julio de 2015

( Episodio 14 ) Muertos de novela.





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Al día siguiente por la noche despegaba su avión rumbo a la península ibérica, rumbo a ese país llamado España que soñaban con fragmentar los vascos y los catalanes, todo por vanas quimeras, por la estupidez nacionalista, y anhelaban "reconquistar" los musulmanes integristas, otros tarados, pero más peligrosos.
Por la mañana se haría el enfermo, el enfermísimo, para evitar ir al trabajo. Le diría a Claudio que iba a urgencias del Hospital porque le dolía mucho la próstata. Arramplaría con el dinero del "cofre del tesoro", su tesoro para vivir en España del cuento los días suficientes hasta que consiguiese un currelo. El billete de avión lo había adquirido con su propio dinero.
El puto armario dio mucha guerra porque no pasaba por la puerta.
"¿Por qué cojones la gente vive con muebles que no pasan por las puertas?, ¿es que se piensan que nunca van a mudarse?"
Lo que ignoraba David Andrés es que existían empresas de mudanzas con más fuste que disponen de modernos elevadores para subir o bajar el mobiliario por el exterior de los edificios. Albion Transports era una empresa de chichinabo.
Roy, un hombre pequeñajo, el más mayor de los trabajadores de Albion Transports, se le quedó mirando cuando ya habían conseguido pasar por la puerta el armario maldito, tras destornillar las bisagras de esta.
- ¿Por qué no me saludaste ayer cuando te saludé en Cheetham Hill?, ¿estabas enfadado?, ¡je, je!
Roy era como muchas otras personas de las que no admiten en su fuero interno que otros seres humanos se expresen en un lenguaje diferente al de ellos, y ya había sido avisado varias veces de que el spanish no hablaba ni papa de English, pero él erre que erre. Claudio, que estaba al quite, como siempre, intervino en calidad de intérprete de urgencia.
- Dice que ayer te vio en Cheetham Hill y no le saludaste.
- ¿Que le vi yo al enano este en dónde?
- En Cheetham Hill, un pueblo de por aquí.
- ¡Qué hostias, si no me moví del centro de Manchester, tú lo sabes! El capullo está senil ya, tío. No me extraña, aquí no se jubila nadie, ves cajeras en el Tesco que parece que tienen 90 años.
Roy estaba mosqueado porque veía que el tono de su work mate no era amistoso. El no era xenófobo, pero aquel spanish no le había gustado desde el principio. Claudio intentó hacerle entender a Roy que se trataba de un error, que su amigo no había estado nunca en Cheetham Hill, y Roy decidió no menear más el asunto, a fin de cuentas se la sudaba lo que hiciese el sepanish borde fuera del trabajo.
- Chico, podías haber estado más amable. A fin de cuentas es un viejo y te ha podido confundir con otro. - le dijo Claudio a su ofuscado amigo cuando el viejo ya se había alejado unos metros. Roy les miró con recelo mientras cargaba con una silla para colocarla en el camión.
- Vale, tienes razón, debe ser que he dormido mal esta noche y estoy de mal humor. ¡Perdona, joder!
- ¡Vale, vale!
La verdad es que le bailaba en la cabeza todo el plan de mañana. A primera hora se haría con el dinero del cofre, después de que Claudio se pirase al currelo. Luego haría un viaje relámpago a Liverpool para recuperar el libro. El viejo le iba a devolver su libro, le había comprado al nieto una edición en inglés para que no se perdiese el final. De esta forma quedaba bien con su damnificado devolviéndoselo ya, evitando embromarle más. Comería en Liverpool. Se perdería por las calles de Liverpool. Y, finalmente, tomaría un tren Liverpool Line - Manchester Airport ¡rumbo a la libertad!
"¡Cagüen la puta, espero no estar huyendo toda la vida!"




Al día siguiente temprano


El viejo Roy se desayunaba tranquilamente con el free Metro, el periódico gratuito que invariablemente ofrecía portadas escabrosas: asesinatos, violaciones, maltratos, muerte de niños... En esta ocasión aparecían las fotos de dos terroristas islámicos, ingleses conversos, de los que se sospechaba que estaban preparando un atentado en alguna ciudad populosa de Inglaterra. Roy observó alarmado el rostro de uno de ellos. Le encontró un gran parecido con el antipático spanish de su currelo. Sin embargo allí decía que los terroristas eran ingleses, islamistas pero ingleses. "La policía no tiene ni puta idea", pensó el viejo Roy, "este tío es el hijo de puta del spanish!... pero la foto es de cuando era más joven"


( ¡Esto sigue y que ustedes lo disfruten mucho! )

domingo, 26 de julio de 2015

( Episodio 13 ) Muertos de novela.





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Recordó haber visto la llavecita un montón de veces, pero como quien ve llover, como se ven las cosas que no nos importan un comino. Cada vez que buscaba un mechero en el cajón de la mesilla de noche de su amigo para fumarse un cigarrito, vicio que ya solo practicaba un par de veces por las noches, veía la minúscula llavecita en un rincón del cajón, acompañada de un cortaúñas, una navajita, brocas pequeñas, lápices, sacapuntas, pilas para el transistor, tarjetas de visita, chinchetas, caramelos y otras pequeñeces.
La cogió y volvió con ella al armario grande. Abrió el cajón de los calzoncillos sucios, tomó el cofrecito y probó suerte con la llavecita.
"¡Bingo!... ¡Hostias, cuánta guita!"
Lo contó por encima, muy nervioso, pues Claudio estaba al llegar, y se llevó la más grande y agradable sorpresa de su corto espacio de vida en Manchester.
"¡Joder, aquí hay por lo menos dos mil libras, un pastón!... Le dejaré un regalo cuando me vaya, je, je!"
Ese pastón estaba en billetes de 5, 10, 20, 50 y 100 libras. Todo tipo de billetes con el careto de The Queen.
"Debo apresurarme porque si piensa hacer un gasto extra este cofre se vacía o disminuye mucho la cantidad de ahora, y entonces... ¡te jodes, David Andrés! Mierda, ya hablo en tercera persona, como la tarada aquella que salía en Gran Hermano"
Ahora se imponía la inmediatez, debía hacerlo todo inmediatamente o en el menor tiempo posible, que venía a ser lo mismo. Recuperar el libro, billete del avión y desvalijar la "caja de caudales" de Claudio. Billete de avión con destino a... ¡la tierra prometida! Ya pensaría a dónde, había muchos lugares en España por donde no pisaba el capullo de Desiderio. A lo mejor se iba a Tenerife... o a Almería. El Ejido podría ser un buen lugar para pasar desapercibido gracias a sus facciones morunas.


En una vieja casona de Cheetham Hill.

Cheetham Hill está a 1´4 millas, 2´3 kilómetros al Nordeste de Manchester, cerquita del centro de la capital. Es una populosa zona de casas bajas antiguas en donde abundan las tiendas de pakistanís, chinos y judíos. En el triangulo formado por Cheetham Hill, Higher Broughton y Prestwich, vive una colonia de miles de judíos ultraortodoxos, todos con sus trajes y sombreros negros o las kippás ( especie de casquete, también de color negro ) las largas barbas negras y los rizos, peiot, en las sienes. Hasta los niños pequeños llevan kipás y rizos. Y las mujeres la falda muy larga y peluca, sheitel, de color castaño para cubrir su cabeza pelada al cero. Esto último es muy curioso, es como si le hubiesen hecho una trampa a la Tora, pues la Tora dice que las mujeres casadas no deben mostrar su cabello. De esta forma no muestran su cabello, pero saben que la sheitel las hace más sexys, como las musulmanas que visten velos fashion y vestidos sugerentes.
Este ambiente era el ideal para que dos hombres pasasen desapercibidos antes de cometer su acción criminal, un atentado con el cual el Estado Islámico se haría notar una vez más. Habían alquilado un pequeño flat, apartamento, en la primera planta de una vieja casona, muy cerca del centro comercial Tesco, en la zona fronteriza entre Cheetham Hill y el barrio judío. De allí saldrían con el tiempo justo para llegar a su objetivo y hacerlo saltar por los aires. Ambos eran dos terroristas islamistas perfectos, pues ninguno de ellos tenía rasgos árabes. Mejor aún, tanto Richard como Donald eran dos perfectos ingleses, nacidos en York y en Nottingham respectivamente. ( Dos localidades históricas, cada una a su manera: York dio nombre a Nueva York y el sheriff de Nottingham era el gran enemigo de Robin Hood y amiguete de Juan Sin Tierra. Realidad en el primer caso y ficción en el segundo, pero Nottingham existe y miles de turistas acuden al bosque de Serwood )
Richard y Donald, nacidos y criados en La Gran Bretaña, se habían convertido al islamismo dos años antes. Y tan pronto abrazaron esta fe, eligieron su versión más radical, como todos los conversos con dos dedos de frente. Dos conversos, dos criaturas aberrantes perfectas para inmolarse en nombre de Alá o poner la bomba en cualquier sitio como los etarras u otros canallas que desprecian la vida, sobre todo la de los demás.
Quizá el más "perfecto islamista" fuese Richard, por su nariz picuda, su pelo muy negro y su rostro anguloso que le daba aspecto de moro de caricatura de Chalie Hebdo.
Esta tarde le tocó a Richard hacer la compra. Mejor dicho: a Alí, pues ahora Richard era Alí y Donald respondía por Hamed. La conversión también acarrea estos cambios de identidad. Bajó al Fish and Chips de al lado de casa, un típico establecimiento inglés en el que se sirve comida para llevar o para consumir en el local. Al salir del mismo se sorprendió al ver que alguien le saludaba desde la otra acera. Esa persona agitaba el brazo y sonreía mucho. ¿Quién podría ser? Jamás ni él ni Hamed habían estado en Manchester. Un par de autobuses de dos pisos, seguidos por varios camioncillos de reparto, le ocultaron al sorprendente saludador. Después ya no le volvió a ver. Cuando llegó a casa le comentó a su colega lo que le había sucedido y ambos decidieron hacer una compra grande de comida al día siguiente para no volver a salir de casa hasta llegado el momento de actuar.
- ¿Y no será que te ha confundido con alguien? Dicen que todos tenemos un doble en algún lugar del mundo.
- Pues a lo mejor, pero no sé quién se puede parecer a mi.

( ¡Atentísimos a las próximas entregas! )