miércoles, 18 de noviembre de 2015

Esto es casi un adiós.

Necesito impulsos para seguir. Es una pena, pero me lo estoy pasando mejor en Twitter, la gente que me rodea no es sólo estadística.
Esto me gusta más, pero es como si no existiese Internet y lo estuviese haciendo solo para mi. La creatividad necesita sentir el aliento de alguien. 
Esta no es la primavera novela que interrumpo, pero ahora me estoy planteando olvidarme para siempre del blog. Creo que he sido un iluso, que lo soy, pretendiendo crear expectación con un relato en un país más acostumbrado a ver fotos que a leer.
Un mínimo de DIEZ personas que me dejasen algún comentario de aquí a fin de mes, haría posible que siguiese con el blog.

martes, 17 de noviembre de 2015

( XLI ) Un asesino más listo que el hambre.



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A Mario le llamó la atención la foto de un periódico atrasado cuyas hojas estaba colocando en el suelo de la habitación de huespedes para evitar las manchas de pintura que se le escurriesen de la brocha, pues se disponía a pintar la pared. En la imagen se veía a un tío disfrazado de demonio y a otro de  Leatherface, el asesino de la motosierra, que eran trasladados a un coche policial. Se daba la circunstancia de que, en la noche de Halloween, un redactor de "Madrid Vespertino" había acompañado a la patrulla en su patrullaje nocturno. El titular rezaba "Seres malignos se pelean en un disco-pub de la calle Sombrerete" Se utilizó este lance como anticipo de un reportaje más amplio que saldría en alguno de los cuardenillos semanales, un reportaje que iba a tratar sobre el Halloween en diferentes puntos de la ciudad.
Se lo mostró a Doña Carlota.
- Pues sí, yo no negaría que es él, hay un gran parecido. Por Dios, no me extrañaría que este imbécil fuese un borrachín y camorrista noctuno. Y puede que también drogadicto y prederasta.
- Pederasta, señora.
- ¡Pues ¿qué he dicho?! ¡Carámbanos, cada día estás más sordo, Mario!... En fin, ya le he dejado dos mensajes en el buzón de voz comunicándole el despido.
- Lo celébro, señora.

Fulgencio escuchó los dos mensajes de la vieja arpía sin inmutarse. Dos mensajes que, en realidad, era solo uno repetido. "Por si no recibe alguno de los dos", había pensado la burguesona brujeril. Y de paso le comunicaba que le hiciese el favor de facilitarle el número de una cuenta bancaria para ingresarle una suma por los días trabajados.
"Bueno, pues menos da una piedra"
Se puso a repasar la situación. Su situación. ¿O no?
"La verdad es que ya no me debería importar nada. Caso finito para mi. Ya, ya, pero me jode después de todos los pasos que he dado. Y me jode mucho más la idea de que pueda haber alguien en peligro"
La idea de una persona en peligro le angustiaba. No olvidemos que, aparte de sus aficiones: la botella, las comilonas, el porno y el tabaco, Fulgencio era un monstruo bueno, incapaz de hacer daño a nadie a no ser que fuese en defensa propia. También hay monstruos buenos como hay brujas buenas, políticos buenos y polis buenos.
Escuchó otra vez el mensaje de voz: "No se fie de Doña Carlota, es una mujer mala, muy mala... ¡A él lo van a matar!"
"Pero ¿a quién?", se dijo el monstruo bueno. "¡Me cago en el gobierno!,¡ si al menos me hubiese dado un nombre, Juan, Pepe, Antonio...! me serviría para investigar. ¿Y quién puede ser esta mujer? Para saber que Doña Carlota es mala, debe conocerla bien. Tengo que seguir investigando por mi cuenta, pero voy a saltarme de momento lo que me queda por hacer en La Cañada y me lanzo a por a la tal Flaugerta.... Ummm... Flaugerta... ¡Aquí lo tengo!, Flaugerta Terradillos, viuda de Sanchoyarto, Calle Caídos de la División Azul 102, teléfono...
Marcó el número de la viuda Flaugerta y esperó. 
"¡¡Tú-tú-tú-tú-tú-tú-tú...!!"
"¡Vaya, comunica!"
Una nueva sorpresa le aguardaba al tullido más combativo.

( Continuará )

lunes, 16 de noviembre de 2015

( XL ) Un asesino más listo que el hambre.







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Nadie denunció a nadie. Ninguno de los dos monstruos enfrentados tenía antecedentes penales, por lo cual fueron puestos en libertad al día siguiente. Pero a Fulgencio le seguía doliendo todo el cuerpo por las patadas recibidas, aunque en comisaría se lo calló para que no le retuviesen más tiempo.
El doctor del centro de salud le recetó paracetamoles e ibuprofenos por un tubo.
- No tiene nada roto, así que reposo, mucho reposo estos días y a ponerse bueno. "¡Joder, con este bestia hoy me siento más veterinario que médico!"
A Miguel Angel no le habló su novia en unos cuantos días, no muchos, porque los morros largos entre novios suelen durar menos que entre cónyuges. Dos años después, Miguel y Dori se casaban "felizmente y por la Iglesia, la definitiva estupidez de Dori después de perdonarle sus desplantes machistas un montón de veces. Otros dos años más tarde él la mató a puñetazos y golpeándola contra la pared, pero no tuvo agallas para suicidarse. Y, a pesar de sus antecedentes como machista irrefrenable, un abogado de minuta cara se las ingenió para que el pollaboba del juez se tragase lo de la "enajenación mental transitoria" La vida misma, el final aciago de docenas, de cientos, de miles, de cientos de miles de mujeres en este mundo de mierda.
Fulgencio se metió en la cama con una novela cojonuda de Michael Connelly, "La oscuridad de los sueños" Según pasaban los días, y poco a poco, fue sustituyendo las medicinas por el coñac y el whisky, y bajó a Lavapiés a comprar un par de pollos asados. 
Había apartado de su mente el trabajo detectivesco que le ocupó los días anteriores a la pelea en La Muerte tenía un precio, desconectando el móvil para que no le diese la coña la vieja Carlota y devorando la ficción adictiva de Connelly, como cuando enfermaba de niño y se rodeaba en la cama de sus tebeos favoritos: El Jabato, Pulgarcito, Pumby, el TBO y los albumes de Tintín.
Cuando ya se sintió fuerte para reemprender el trabajo, cargó la batería del móvil y luego miró a ver si tenía mensajes. Se llevó una sorpresa al abrir el buzón de voz y escuchar el primer mensaje. Una voz femenina le hablaba muy bajito, como con miedo de que alguien la escuchase: "No se fíe de Doña Carlota, es una mujer malvada, muy malvada... ¡A él lo van a matar!"
"¡Joder, esto se anima!", pensó el detective monstruoso.

( Continuará )

sábado, 14 de noviembre de 2015

( XXXIX ) Un asesino más listo que el hambre.

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- El monstruo nos ha salido un vago redomado, ya lleva desde el domingo sin dar señales de vida. ¡No hay derecho! Pues de mi no se ríe este escarabajo tuerto y cheposo. Ahora mismo le telefoneo para despedirle.
- ¡Hace usted muy bien, señora!
Pero no pudo despedirle porque el "escarabajo tuerto y cheposo" no contestó a la llamada.


Retrocédamos a la noche de Halloween en La muerte tenía un precio.

- ¡Déjalo, tío, que lo vas a matar!
- ¡¿No ves que está indefenso?!
- ¡Miguel, coño, que lo matas!
Tres de los muchachos se avalanzaron sobre el iracundo agresor para impedir que continuase con su venganza de machista loco. A pesar de ello se resistió tenazmente a ser inmovilizado. Y menos mal que la motosierra era de cartón.
- ¡Me cago en vuestras putas madres, soltadme!... ¡Soltadme, que me tengo que cargar a ese hijo de puta!
- ¡No, Miguel no! - gritó Dori desde la barra.
Ya se oían todos muy bien porque el disjey había parado la música. También se habían encendido las luces. Ahora todo estaba claro, menos para los muy mamados. Fulgencio consiguió hacer, por fin, lo que había pretendido desde que Cara de cuero le derribase. Le dolían todos los huesos por las patadas, pero aún le quedaban arrestos suficientes para defenderse... atacando. Consiguió extraer del bolsillo interior de la chaqueta su navaja automática y, de un salto, doloroso, eso sí, se incorporó.
- ¡Uy, pero si es muy bajito! - exclamó la novia de Frankenstein sosteniéndo su tercer gin tonic de la noche.
- De talla Tom Cruise sin tacones, ¡jajajaja! - añadio Cruella de Vil.
- ¡Acércate ahora, hijo de puta, si tienes cojones! - le retó el Demonio a Cara de Cuero.
Un chillido coral de las féminas, al ver la navaja, elevó la tensión del momento. Pero la situación tomó un rumbo inesperado. Fulgencio sintió un fuerte golpe en la cabeza, luego lo vio todo borroso y finalmente se hizo la oscuridad. Alguien había tenido la brillante idea de darle un botellazo en la cocorota con una botella de tercio de San Miguel, casa fundada en 1.890 en el barrio San Miguel de Manila, cuando aquel lejano país pertenecía a Las Españas.
- ¡Tío, le has matado! - gritó una tía.
- ¡Que no, tía! - contestó el tío - solo le he dejado inconsciente, como en las películas de vaqueros.
Un rato después llegaba un Z de la Madera aullando y azuleando la calle. Siempre hay alguien animado a usar el móvil para este menester, avisar a la Bofia o a la ambulancia, porque los móviles no solo sirven para hacerse selfis o enviar mensajes antiortógraficos con ostentórea reiteración de la letra k sin venir a cuento, síntomas de la cultura decadente, que pensarían Adolfo H. y compañía.
El Demonio y Cara de Cuero pasaron la noche en comisaría. Al demonio se le intervino la albaceteña automática, pero la motosierra de cartón del asesino de Texas fue considerada inofensiva.
- ¡Me cago en la puta de oros, Fulgencio! - exclamó un sargento de servicio nocturno que le conocía, el sargento Mas, un hombre víctima de cachondeítos continuos por su muy notable apellido - pero no tengo más cojones que meteros a los dos en el calabozo. Bueno, en calabozos separados, para que no sigais besandóos, ¡jajajajajaja! - A Mas le encantaba poner nerviosa a la basca, como al Mas Honorable - Y si quieres te dejo pasar al lavabo para que te quites toda esa mierda de la cara, aunque no sé lo que será mejor, porque tú asustas más al natural, ¡jajajajaja!
- ¡Que te den por el culo, Vicente!

( Continuará )


viernes, 13 de noviembre de 2015

( XXXVIII ) Un asesino más listo que el hambre.




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Doña Flaugerta llevaba ya varios días nerviosísima. Era mucho el tiempo que había pasado sin tener noticias de su enigmático hijo Alfonsito, y eso la traía por la calle de la amargura, como a cualquier madre, porque los hijos siguen siendo niños a los que hay que proteger con celo, aunque hayan cumplido ya los cuarenta. Pero en los últimos días se había sumado otra pesadilla a su vida. Aquel detective... ¡Oh, aquel maldito detective que culpaba a Alfonsito de la autoría de un asesinato!... ¡Oh, Dios, qué cosa más horrible!
"Bueno, pero yo no he hablado todavía con el detective de marras. ¿Será todo esto una fabulación de Carlota?; ¿Por qué no viene el dichoso detective?... Han pasado por lo menos cinco días desde que me anunció que el detective venía a verme"
Telefoneó a Carlota para ver si conseguía calmar sus nervios.
- Le habla el espíritu de Francisco Franco desde el más allá. Españoles...
- Por favor, Mario, hoy no estoy para tonterías. Pásame con la señora.
- Su deseo es una orden para mi, Doña Flaugerta.
Tapó la bocina del teléfono con una mano y se dirigió a su señora ama.
- Es la gilichichi.
- ¡Vaya por Dios!
Fingió una amable sonrisa aunque Flaugerta no la viese, pero ella era como las buenas actrices de doblaje que se acompañan del body languaje mientras doblan los takes.
- Dime, Flau, querida, ¿qué novedades vas a relatarme?
- Carlota, estoy muy angustiada, ese dichoso detective no se ha presentado en mi casa. ¿No me dijiste que tenía mucha urgencia en verme?
- Hija, yo no sé nada de la vida del detective Hermoso, ¡ni que tuviésemos relaciones conyugales, por Dios! ( ¡Vaya, ya he dicho una burrada! ) Tendrá otras ocupaciones y no le habrá dado tiempo a verte. ¿Qué tal sigues de la artrosis, los dolores de espalda y los gases intestinales?
Carlota sabía ser refinadamente cruel. Flaugerta se quedó más atribulada de lo que ya estaba. Cuando Carlota colgó el teléfono, volvió a echar pestes contra el detective.
- El monstruo nos ha salido un vago redomado, ya lleva desde el domingo sin dar señales de vida. ¡No hay derecho! Pues de mi no se ríe este escarabajo tuerto y cheposo. Ahora mismo le telefoneo para despedirle.
- ¡Hace usted muy bien, señora!

( Continuará )

jueves, 12 de noviembre de 2015

( XXXVII ) Un asesino más listo que nadie.



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Pero a una persona no le gustó nada el flirteo entre la bruja camarera y el demonio detective. Una persona joven que ahora era un personaje malvado. El mismísimo Cara de cuero, el hombre de La Matanza de Texas, se había colocado justo detrás de Fulgencio. Entre las luces sicodélicas les miraban a ratos El Hombre sin nombre, Tuco, el coronel Douglas Mortimer y el resto de los fantasmas sergioleonianos del pasado que hicieron posible La Trilogía del Dolar. Monstruosos y monstruosas criaturas bailaban frenéticos en la pequeña pista, algunos con un vaso largo de mezcla alcohólica en una mano. Otros se besaban y mordían por los rincones. En los aseos se fumaba "maría" o se esnifaba el peligroso polvo de la cocaína u otras monstruosidades de nuestra época, todas al servicio del consumo y desarrollo sano de la juventud y también de los maduritos sibaritas de la puta mierda. Una parejita de dieciseisañeros, a los que no se les había perdido el carné en la entrada, homenajeaban al homófobo obispo de Alcalá de Henares a su manera, encerraditos en una cabina de váter y practicando el nefando pecado de la sodomía.
Cara de cuero le puso una mano sobre el hombro al demonio y este se volvió en un gesto reflejo. Involuntariamente, Lucifer corneó en el pecho al célebre killer del celuloide. Toda una afrenta para el zumbado asesino de adolescentes, el cual reaccionó con furia propinándole un puñetazo, y le aturdió tanto que aprovechó la coyuntura para golpearle otra vez.
- ¡Déjale, Miguel Angel! - le gritó Dori a su novio.
- ¡Asesínalo, makina! - vociferó un energúmeno con cabeza de hombre lobo y camiseta pregonando "Puta Cataluña"
Las chicas gritaban y los chicos miraban con caras de besugos borrachos o exlamaban "¡Queremos sangre!", "¡Muerte al demonio!", "¡Muerte a Cara de cuero!", "¡Rajoy al paredón!..." Se había formado un corro en torno a las dos bestias en litigio. Cara de cuero la emprendió a patadas con el cuerpo del demonio que yacía en el suelo. Miguel Angel era un celoso patológico que se entrenaba a diario para convertirse, una vez casado, en un machista maltratador de su mujer. Uno más entre los tantísimos "dueños y señores" de sus martirizadas cónyuges.
- ¡Déjalo ya, tío, que lo vas a matar!
- ¡¿No ves que está indefenso?!
- ¡Miguel, coño, que lo matas!
No les oía. La rabia ciega a las fieras humanas rabiosas. Pero el demonio no se deja vencer tan facilmente. Fulgencio iba a darle la vuelta a la tortilla. Iba a intentarlo al menos.

( Continuará )


miércoles, 11 de noviembre de 2015

( XXXVI ) Un asesino más listo que el hambre


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En "La Muerte tenía un precio" sólo faltaban nubes de humo de cigarrillos y del polvo que levantaban los caballos al galopar por el camino polvoriento de entrada al pueblo.
Escenas de la "trilogía del dolar" le daban un sugestivo ambiente al local. Varios cuadros enormes en los que podían verse al Hombre sin nombre ( Clint Eastwood ), Tuco ( Eli Wallach ), el coronel Douglas Mortimer ( Lee Van Cleef ) y resto del reparto, colgaban de las paredes que rodeaban el mostrador, la cabina del disjey y la pista de baile, e incluso te encontrabas grandes fotos de héroes del spaghetti western en los váteres.
Habitualmente las dos camareras, el disjey y el dueño se disfrazaban de chicas del saloon y pistoleros típicos, Pero en esta noche especial reinaba un ambiente distinto. Era noche de Halloween. La Muerte tenía un precio se había llenado de personajes del mundo ultraterreno de Halloween: la novia cadáver, Joker, la madrastra de Blancanieves, la niña del exorcista, el majara de El Resplandor, la madre de Norman Bates, el payaso maniaco, "Cara de cuero" y su inseparable motosierra y todo tipo de zombis y brujas. Aunque, hoy en día, los zombis y las brujas están mejor representados por la clase política y empresarial y la alta jerarquía católica. Gente como los gurtelianos y las viejas peperas taurinas, los obispos intolerantes y los tertulianos cavernarios dan más miedo que los monstruos de ficción, sin olvidar a los neonazis, los yihadistas, los talibanes y los torturadores del toro de la Vega. Pero de estos monstruos cotidianos no había ninguna representación en La Muerte tenía un precio. El pueblo solo simpatiza con los monstruos de ficción, los que la cultura de Halloween nos acerca todos los años, los esqueletitos y los monstruítos de México, los monstruítos dulcificados por Walt Disney para que las terroríficas leyendas de antaño se hagan digeribles e incluso los niños las disfruten sin traumas.
Y en este ambiente festivo de horrores simpáticos se sumergió de pronto el pequeño pero horripilante monstruo parido por la diosa Naturaleza en una noche de truenos y relámpagos, como el elaborado bicho de Frankenstein, de genética de mercadillo, desojado por una pelota de goma policial, embadurnado de pintura roja y coronado con dos grandes cuernos de cabrón. ¡El demonio en estado puro! o Don Fulgencio Hermoso Gallardo cachondeándose del mundo entero.
"¡¡ARRRRGFFF!!", gruñó demoniacamente nada más poner un pie en el interior del pub. Y todos los monstruos de pacotilla, especialmente las monstruas, gritaron aterrorizados. ¡Dios, qué era aquello!
El impacto fue brutal. Cuando Fulgencio quería liarla, la liaba. Sus dotes naturales y la imaginación que le echaba, servían para crear el clima terrorífico adecuado. Sin disfrazarse era repulsivo, y disfrazado acojonaba.
Se acercó a la barra y le pidió un copazo de 103 etiqueta negra a la bruja desdentada que ejercía de camarera. Se lo pidió a gritos porque la música heavy a todo volumen obligaba a utilizar el lenguaje de signos o intentar quedarse afónico en un periquete.
- ¡Uy, qué demonio más bien logrado!, ¡das miedo, tío!, ¡a lo mejor ganas el primer premio! - gritó la camarera bruja mientras desvirgaba la botella de 103. Pero Fulgencio no se enteró de lo que le decía. Eso sí, adivinó bajo las ropas de la viejuna estrafalaria de pega el cuerpo de una jovenzuela apetecible.
"¡Oh, y seguro que es más guapa que Teresa Coscojuela con gafas!"
- ¡Oye, ¿cuánto mides?!
- ¡¿Ehhh...?!
- ¡¿Cuánto mideeess?!
No había manera, Fulgencio no oía nada con tanta música horrísona martilleándole los tímpanos. Dori, que así se llamaba la camarera, estaba pensando que aquel hombre tan bajito podría ser un menor, y en este caso no debería servirle alcohol.
- ¡¡¿Cuántos años tienes?!!
Esto sí lo oyó.
"¡Joder, quiere ligar conmigo, como la rubía degollada del Enriqueta!, ¡hoy es mi día!"
- ¡Ya he cumplido los dieciocho, podemos jugar a médicos! - gritó con todas sus fuerzas.
La bruja rió. La voz grave del individuo no dejaba lugar para la duda, era un hombretón. Enano, pero un hombretón. Así que le sirvió el copazo.
Pero a una persona no le gustó nada aquel flirteo. El mismísimo "Cara de cuero", el subnormal corpulento de La Matanza de Texas, se había colocado justo detrás de Fulgencio. Dori abrió los ojos horrorizada. Algo malo iba a ocurrir.

( Continuará )

martes, 10 de noviembre de 2015

( XXXV ) Un asesino más listo que el hambre.


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Don Ciriaco Valdetorres, un septuagenario de la calle Sombrerete, bajó a la calle a cumplir con la rutina de todas las noches: regalarle a su perro fox terrier Cristiano quince minutos de recreo, para que los invirtiese en sus meaditas y cagaditas nocturnas. En tiempo bueno eran más minutos, pero el uno de Noviembre ya se había instalado el frío de la sierra del Guadarrama en la Villa y Corte y alrededores.
Cristiano se puso muy furioso cuando descubrió a aquel intruso invadiendo su terreno. Y Don Ciriaco, un intachable caballero de derechas y del Real Madrid, ardió en cólera al percatarse de que el individuo al que ladraba el fiel Cristiano era un indeseable que estaba meando en la acera como si fuese el váter de su casa. El individuo incívico era un joven ecuatoriano que estaba más mamado que Ortega Cano en sus momentos estelares.
- ¡Cerdo!, ¡asqueroso!, ¡váyase a mear a su país! - le gritó Don Ciriaco al indecente ensuciador de la calle. Y Cristiano ladraba cada vez con más furia, pues cualquier perro pequeñito se siente obligado a demostrar continuamente que tiene agallas, que por el hecho de no ser un pitbull o un doberman no es menos perro.
- ¡Me cago en tu puta madre, facha de mierda! - gritó el incívico con un acento que no dejaba lugar a dudas en cuanto a su procedencia.
Estaban a punto de lanzarse el uno contra el otro, el jubilata sujetando bien a Cristiano porque sabía que el energúmeno lo podía desgraciar de una patada, y este aún con la churrilla fuera expulsando toda la cerveza que había trasegado, cuando, de pronto, un coche que acababa de surgir por la inmediata esquina, los deslumbró con sus luces. Ambos tuvieron que subirse a sus estrechísimas aceras respectivas, dada la estrechez de la calle. El ecuatoriano gritó:
- ¡Ojalá te lleve el demonio, viejo pendejo!
El coche pasó zumbando sin prestarles atención, encendiendo en ese momento la luz azul giratoria y haciendo sonar su sirena. Era un renqueante coche Z que ya había pasado un montón de ITVs y ahora se dirigía a la plaza de Tirso de Molina a poner orden en una pelea a navajazos entre gitanos y "payoponis", que este era el apodo con el que los calés se referían a los hijos de Ecuador. Tres coches patrulla más, en la misma dirección, hicieron de barrera entre Ciriaco Valdetorres y el asilvestrado sudamericano, mientras el probo caballero rumiaba el ultimo exabrupto del cafre: "¡Ojalá te lleve el demonio, viejo pendejo!"
Y, en ese preciso instante, se le apareció el demonio a Don Ciriaco. Quedó paralizado por el terror. Era la representación más terrible y repugnante del ángel caído: Pequeño, cheposo, cabezón, tuerto y cornudo. Pero aquel rostro rojo de un solo ojo de sapo gigante, no lo olvidaría jamás. ¡Era el mismísimo Lucifer en la Tierra!
Fulgencio siguió su camino sin prestar atención al viejo atónito y a su perro desagradable, el cual se había olvidado por un momento del ecuatoriano y ahora le ladraba a él.
Siguió su rumbo, calle abajo, hasta llegar a "La muerte tenía un precio", en donde le esperaba otra ración de gloria efímera.
Don Ciriaco Valdetorres fue atendido un rato después por una unidad móvil del Samur. Afortunadamente solo fue un amago de infarto, aún le quedaba vida para seguir alimentando su xenofobia en este Madrid invadido por los bárbaros.
Cristiano corrió peor suerte, fue arrollado por una moto Honda cuando logró liberarse de su dueño y cruzó la calzada en busca del meón. El mejor amigo del jubilata quedó convertido en una masa de carne, piel y sangre con huesos tronchados.
El Samur tuvo una noche muy movidita atendiendo casos de intoxicación etílica y heridas de peleas entre zombis, fantasmas, brujas y demás seres del mundo de ultratumba.
Fulgencio causó sensación en "La muerte tenía un precio" La estrella de Halloween 2.015 acaparó la atención de todo cristo viviente, triunfando como ya lo hiciese en el Bar Enriqueta.
¿Ganó el premio al mejor disfraz?

( Continuará )

lunes, 9 de noviembre de 2015

( XXXIV ) Un asesino más listo que el hambre.




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Fulgencio se dejó en casa esta vez las gafas oscuras y el parche en el ojo. Había cambiado tales artilugios por la cara pintada de rojo y los cuernos de criatura infernal. No cabía duda de que era el demonio más demoniaco que pisaba la Tierra, o el más horroroso al menos. Dirigió sus pasos, Amparo hacia abajo, en dirección a la calle Sombrerete, en donde se encontraba el disco pub "La Muerte tenía un precio", un homenaje de su hostelero dueño a Sergio Leone, Ennio Morricone y resto del equipo que hizo felices a millones de espectadores de todo el mundo cambiando las reglas del western. Pero, de pronto, tuvo un capricho, motivado por su estado de euforia. Decidio, antes que nada, tomarse un supercarajillo en el Bar Enriqueta. Pensó que aún estaría abierto y acertó. Deshizo unos treinta metros andados por Amparo y bajó por Tribulete en dirección al bar.
Un fuerte chillido surgió de las gargantas de varias mujeres cuando aquel remedo de ser del Averno hizo su aparición en el bar.
- ¡Calma, señores, calma! - exclamó el hostelero Marciano - ¡es mi amigo Fulgencio y estamos en Halloween!
Que era noche de Halloween ya lo sabían aquellas mujeres y sus acompañantes. La prueba es que estaban todos disfrazados para la ocasión, pero eran muy poco creibles como monstruos horribles, pues dichos disfraces y máscaras recordaban talmente el escaparate de una tienda de disfraces y artículos de broma. Sin embargo, la imagen que ofrecía Fulgencio era sumamente impactante, ¡aterradora!
La clientela del Enriqueta rompió en carcajadas, como suele suceder después de una escena de terror, y Fulgencio se creció en el personaje, simulando que intentaba cornear a la basca, lo que le valió más risas e incluso que le pagaran el carajillo doble de coñac que pidió a continuación: dos cafés mezclados con un copazo XL de 103.
Fulgencio se sentía como un gran actor triunfando en un pequeño local, admirado por un público que tan pronto aplaudía como reía a carcajadas. O como el maravilloso Ignatius J. Reilly blandiendo su espada de pirata ante el macarra que le alquilaba el compartimento de los panecillos de su carro salchichero o ante el malvado magnate de las salchichas que le desafiaba con su tenedor herrumbroso.
Marciano, para darse importancia, le decía a cada cliente, al servirle su consumición, que aquel demonio tan espantoso era amigo suyo y un importante detective privado.
Después vinieron los selfis y las felicitaciones por la caracterización y la interpretación, e incluso algunos besos y abrazos de los que ignoraban que no todo era una caracterización.
Fulgencio sintió que el pene se le ponía contento cuando se abrazó a él muy ceñidamente una rubia espigada que se había caracterizado de zombi degollada. La rubiales estaba un tanto achispada y su marido, un conde Drácula cachas, empezaba a poner mala cara.
Fulgencio supo entonces que la fiesta había terminado. Pero no la noche. Unos segundos después ya estaba caminando en dirección a "La muerte tenía un precio"

( Continuará )

sábado, 7 de noviembre de 2015

( XXXIII ) Un asesino más listo que el hambre.




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Mauricio invitó a Lin Wáng a que compartiese con él el calorcillo de la pequeña fogata, alimentada con hierbas secas que el indigente había buscado por el contorno. Lin no aceptó el vino de Don Simón en cartón que también le ofrecía, porque no le gustaba el vino solo, acostumbraba a beberlo mezclado con mucha gaseosa, y aún así se emborrachaba. Y porque era muy escrupuloso, le hubiese dado un asco tremendo poner la boca en el mismo agujero en donde la había puesto otro. Tampoco quiso compartir sus colillas. Chulín era un chino muy fino.
- Aquí en donde me ves, yo vengo de una familia muy postinera, Chulín.
Lo dijo con cierto aire de misterio.
- ¿Y porqué no te sacan de la miseria? - argumentó el oriental marginal.
- ¡Oh, todo lo contrario, si me descubren me matan!... Y soy el heredero de una gran fortuna. Bueno, quizá no tan grande, pero sé que a ciertos familiares se les caería el mundo encima si se enterasen de que estoy vivo.
"Hay que ver lo que fantasea la gente cuando están a verlas venir" - pensó Chulín. El sabía que muchos vagabundos se inventaban pasados felices y glorias mundanas para evadirse, entre tragos de vino, de la miseria en la que estaban inmersos. Había hablado con más de uno y, todos, sin excepción, le contaron su película. Recordó "El viaje a ninguna parte" de Fernando Fernán Gómez. El personaje que interpretaba José Sacristán idealizaba un pasado que, en realidad, era el futuro con el que había soñado toda su vida. Como tantísimos cómicos viejos que no han conseguido triunfar, vivió y soñó con su personaje triunfador hasta la tumba.
Chulín no se creyó la historia de Mauricio Carrascales, pero agradeció mucho la charla, la compañía y, sobre todo, el calorcillo de la hoguera. Había muchas personas en esta vida más interesantes que la familia de autómatas de El Panteón Feliz: su familia. Le parecían todos ellos unos pobres infelices, sólo pendientes de hacer caja.
Maurio Carrascales bebía, pero controlaba. De sus labios no salió en ningún momento el apellido de la familia de ricachones de la que decía ser el destinatario de una herencia.

Fulgencio no conseguía conciliar el sueño. Pensó en muchas cosas, entre ellas que aún tenía pendiente la entrevista con Virtudes Cordero, la dueña del lavadero a mano de coches, y visitar el entorno en el que se movía Honorio Pontarrón, los vertederos, buscando a personas que hubiesen conocido al presunto asesino... oficialmente hablando.
"¿Llegaron a conocerse Honorio Pontarrón y Mauricio Carrascales antes del asesinato? Es posible que no. Pontarrón vive en el barrio desde hace menos tiempo, según el polícia Cordero, y ambos se movían en puntos muy distantes. Me da que a Pontarrón se la han jugado. Bueno, se la han jugado a los dos, a Pontarrón y a Carrascalas. ¡Joder, ahora que caigo, tengo otra entrevista pendiente, mejor dicho: debo concertarla primero. La de la tal... - encendió la luz de la mesilla y consultó en su agenda: "Flaugerta Terradillos, viuda de Sanchoyardo. Preguntar por su hijo Alfonsito" 
¡Joder, ya he dado ochenta vueltas en la cama! Me voy a dar un paseo"
Se preparó para su paseo nocturno. Buscó en el cajoncito de la mesilla de noche la pintura roja del año pasado. Con paciencia y un espejo delante, empleó quince minutos en pintarse toda la cara de rojo. Seguidamente se ajustó a la cabeza unos enormes cuernos de diablo.
"¡Ya está, perfecto!"
Había recordado que en un disco pub del barrio organizaban una gran fiesta de Halloween con premios a los mejores disfraces.
"¡Sí, señor, esta es mi gran noche de Halloween!"

( Continuará )