jueves, 30 de marzo de 2017

(100) El caso de la domadora asesinada.



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La inspectora Jiménez Herrera salió de la casa abandonada después de hablar con el viejecito que la había llamado. Se dirigió al circo con la intención de localizar a José Vicente, el primo tuerto de Maruja. Y en aquel momento llegó el coche de la megafonía y se llevó la gran sorpresa de su vida: era un pequeño coche, un coche blanco, que llevaba encima un gran altavoz negro cuadrado, una "caja negra", y en ambos laterales sendas pegatinas en las que se veían fieros leones mostrando colmillos y garras. La "caja negra" y los "gatos" que vio "Gerardín" aquella noche.


— Sabes perfectamente lo que digo, José Vicente, no te hagas el tonto.
— Tienes muy buena memoria, ¿verdad? — dijo él tratando de ser sarcástico, pero no colaba.
— Sí, la tengo.
Maruja y José Vicente habían cambiado el escenario de su discusión, salieron del bar para no ser escuchados. Continuó hablando Maruja, pero a José Vicente no le hacía falta que su amante le refrescase la memoria. Mejor aún, prefería olvidar porque él también intuía lo lejos que podría haber llegado el odioso domador de leones. Pero no, no se calló, a fin de cuentas también le interesaba conservar o recuperar los buenos momentos de placer con su prima.


El viejo, un equilibrista retirado hace muchos años, ejercía como canguro de sus nietos y profesor de los alevines circenses. Le dijo a la inspectora que el asesino era José Vicente y que este asesino se ganaba los cuartos como camello de los desgraciados yonkis. Pero la inspectora adivinó que allí había gato encerrado. ¿Por qué aquel deseo repentino de un viejo del circo de acusar al tuerto José Vicente de los asesinatos? ¿No había dispuesto del tiempo suficiente para denunciarlos en comisaría?


(Continuará)

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