martes, 4 de abril de 2017

(103) El caso de la domadora asesinada.



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Farid Massud le pidió al viejo equilibrista que le dijese al inspectora que el asesino era José Vicente. Era una manera de ganar tiempo para preparar la huída, así la inspectora no se fijaba de momento en él. Pero lo que no sabía el domador era que la sagaz investigadora era más sagaz de lo que él podría suponer.
Maruja se confió a la inspectora, a fin de cuentas no tenía nada que perder y sí mucho que ganar. José Vicente no había tenido otra opción que repasar lo que había oído aquella noche, en un pub, de la conversación entre los dos argelinos. La circense le habló de los pasos que daría al anochecer su querido tuerto para surtir de droga a la famélica clientela que le daba para vivir. Enriqueta hizo un pacto con José Vicente, le seguiría los pasos haciéndose pasar por una esposa desesperada. Era muy posible que alguno de los yonkis hubiese visto algo, pues la teoría de la inspectora era que el asesino se había cargado a Abdel Alim cerca del circo. Por lo que fuese, quizá porque Abdel Alim sospechase de que Farid había llevado a cabo su venganza contra la domadora, decidió ir a buscarle al circo. Pero el malvado le sorprendió y no vaciló en matarle.
"¡Joder, si está claro, en este pueblo le mató, posiblemente cerca del circo, y de aquí se lo llevó a la escombrera de Alcantarilla.
Pero, dos horas después, Enriqueta empezó a desmoralizarse. Ya se había entrevistado con una docena de toxicómanos sin conseguir nada en claro. José Vicente les vendía la droga y luego ella les abordaba diciéndoles que estaba buscando a su marido porque se había ido de casa sin llevarse las medicinas, y les mostraba una foto de Farid Massu, una foto que la misma Maruja había robada en la caravana del sospechosísimo, después de que este se fuera al bar, y cuidándose de que el viejo equilibrista no anduviera cerca. La inspectora observaba bien los rostros de los desesperados yonkis para comprobar si la estaban mintiendo.
— Bueno, tía, ya estamos terminando. Ven, es por aquí.
Se internaron por un camino oscurísimo que atravesaba un descampado y luego un pequeño poblado de gente marginal.
— Oye, ¿este camino lleva también al circo? — le preguntó al guía.
— Claro, y se ataja.
Entonces recordó lo que le había dicho el viejo ciclista al que estuvo a punto de atropellar.
"... y hay un camino que llega enseguida, pero atravesando un poblado de... de gente poco recomendable"


(Continuará)





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