miércoles, 5 de abril de 2017

(104) El caso de la domadora asesinada.



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"... y hay un camino que llega enseguida, pero atravesando un poblado de... de gente poco recomendable"
La inspectora recordó las palabras del viejo ciclista y se le encendió de nuevo la lucecita de la esperanza.
"Claro, el mejor lugar para acabar con la vida de... Pero bueno, también puede ser que no haya ningún testigo. ¡Jodeeeeer!"
Y el desánimo volvió a invadir su espíritu. Pero, sorprendentemente, vio que José Vicente no se dirigía al poblado. Acababa de girar a la derecha, internándose en un terreno que era una mezcla de erial y solar en el que hubo viviendas alguna vez y del que aún se conservaban resto de las paredes. En un rincón protegido por un frágil techo compuesto por los restos de un tienda de campaña y unos sacos, y un suelo "alfombrado" de cartones, parecía haber vida humana.
Cuando el camello había cerrado la operación con sus patéticos clientes, se acercó ella.
— ¡Hola, tíos! — decidió expresar en argot marginal — ¿Todo de buen rollito, tronquis?
Sandra y Carlos se miraron, y miraron a José Vicente que ya se había alejado unos pasos, como diciendo: "¿De qué va esta loca?"
— Mirad, estoy buscando a mi marido que es muy mayor y necesita las medicinas. A lo mejor le habéis visto por aquí. Esta es una foto suya casi reciente, miradla — y les mostró la foto robada de Farid Massu. Ellos volvieron a mirarse, pero ahora percibió destellos de asombro en sus miradas a pesar de la oscuridad. ¡Sí, conocían al hombre!, lo conocían aunque se lo negasen.
— Oiga, no conocemos a ese menda. Déjenos en paz, ¿vale?, nosotros no nos metemos con nadie — dijo Carlos.
— ¿Seguro que no lo conocéis?
— ¡Vale, sí!... le vimos un día en el circo con unos leones casi muertos, pero no tenemos ningún trato con él.
La inspectora cambió de registro, ahora se puso en el plan de poli mala.
— ¡Me estás mintiendo, tío!, te lo veo en los ojos. Óyeme bien, este fulano... — y le puso la foto en la cara — es un asesino que ha matado a dos personas, quién sabe si vosotros no vais a ser los próximos.
— ¡¿A dos?! ¡¿También ha matado a otro?!... — gritó Sandra sin poder contener su miedo.
Hubo un silencio muy tenso durante unos segundos. Habló Carlos:
— Tía, este no es tu marido y tú eres de la pasma.
— ¡Chico listo! — respondió la inspectora mostrándole la placa — y ahora quiero que me conteis todo lo que sepáis de este sujeto. Tú, chica, te has sorprendido porque ha matado a "otro", son tus palabras, pues aclárame...
— ¡Sí, lo vimos! ¡lo vimos!... ¡Tenemos que decírselo, Carlos! — Carlos bajó la mirada — ¡Aquí lo mató! ¡Ahí mismo, un poco más allá de donde está José Vicente!


Lo demás resultó muy fácil para la inspectora, y por añadidura para los de la científica de homicidios de Murcia. En el terreno había huellas de las ruedas del coche, de pisadas, de tierra movida al arrastrar el cuerpo y de la sangre derramada. Días después, el informe de los peritos policiales fue concluyente, sangre y pelos de Abdel Alim, pisadas de Farid Massu y rodadas del coche. Aquella misma noche fue puesto a disposición judicial, tras un trámite de urgencia ante el juez de guardia.


— La comida ha estado deliciosa, Galdames — le dijo la inpectora Jiménez Herrera a su colega murciano.
— En Murcia se come bien, Enri.
Había dicho "Enri" de una manera especial, poniendo especial énfasis la pronunciación. Se percató de que la miraba fijamente sonriendo. Se sintió incómoda y miró hacia otro lado. Casualmente su mirada fue a posarse en el televisor del restaurante, en el momento en el que aparecía en la pantalla un rostro muy conocido por ella.
— ¡Caramba!


(Mañana jueves, último episodio)

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